El Waay pop, conocido como el asesino de medianoche o el ave infernal, es una criatura mítica del folclore yucateco, aparece como un ave sobrenatural asociada con malos augurios y la brujería.
Su nombre se puede traducir al español como “Espíritu de Petate” Según las leyendas mayas, esta criatura tiene la capacidad de transformarse o de aparecer en la forma de un gran pájaro que ronda las aldeas o los pueblos durante las noches, emitiendo un sonido espeluznante que aterroriza a quienes lo escuchan.
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En el contexto de las creencias mayas yucatecas, el Waay Pop es visto como un mensajero de la muerte o un espíritu maligno que actúa bajo las órdenes de un brujo o hechicero. Se dice que los brujos pueden adoptar la forma de esta ave para vigilar a sus enemigos, hacerles daño o simplemente sembrar el terror.
Su presencia está cargada de maleficio, y quienes lo escuchan o lo ven suelen temer por su vida o la de sus seres queridos. Una de las historias más comunes sobre el Waay Pop relata que si una persona escucha su chillido, se avecina una muerte o un grave infortunio. Se cree que el ave ronda las casas de aquellos que pronto enfermarán gravemente o morirán, lo que refuerza su conexión con la muerte y el mundo de los espíritus.
En las comunidades rurales de Yucatán, las personas mayores suelen relatar experiencias con el Waay Pop, muchas veces compartiendo anécdotas sobre cómo evitar su influencia maligna. Se cree que existen ciertos rituales o rezos que pueden proteger contra su poder, como hacer cruces de sal, prender velas o colocar objetos de hierro alrededor de la casa para alejar a la criatura.
A menudo, los pobladores creen que el Waay Pop puede ser controlado o invocado por aquellos que practican la magia negra. Se dice que los brujos pueden adoptar su forma no solo para causar miedo, sino también para realizar actos de espionaje o control sobre otras personas.
El Waay Pop es descrito generalmente como un ave nocturna, de gran tamaño, a veces parecida a un búho o lechuza, pero con un aspecto más inquietante y amenazador. En algunas versiones del mito, se dice que sus ojos brillan en la oscuridad y que su plumaje es negro o gris oscuro. La criatura emite gritos o alaridos agudos, los cuales son considerados presagios de desgracias, enfermedades o incluso la muerte.
A continuación, les relato una breve leyenda que he preparado para resaltar el terror y la desgracia que este ser puede causar. En un pequeño pueblo de Yucatán, vivía una familia conocida por su buena fortuna. Tenían tierras fértiles, animales saludables y una vida envidiable.
Sin embargo, una noche, una serie de extraños sucesos comenzó a ocurrir. Se escucharon gritos agudos y aterradores desde el monte cercano. La gente del pueblo, aterrada, murmuraba que era el Waay Pop, el ave maldita que traía desgracias y muerte. Juan, el hijo mayor de la familia, desafió las advertencias de los ancianos, quienes le pedían que no saliera de casa durante la noche.
Decidido a proteger a su familia, tomó su machete y fue al monte, buscando al origen de los gritos. Conforme se adentraba en la oscuridad, los alaridos se hicieron más intensos y un frío inusual lo envolvió. De repente, entre las sombras de los árboles, apareció una figura gigantesca: un ave con plumas negras como la noche y ojos rojos que brillaban en la penumbra. Se trataba del Waay Pop.
Juan intentó retroceder, pero ya era demasiado tarde. El ave lo miró fijamente, y un grito estridente paralizó su cuerpo. Esa misma noche, el grito del Waay Pop resonó una vez más, pero esta vez más cerca, como si estuviera sobrevolando el pueblo.
Al amanecer, el cuerpo de Juan fue encontrado a la orilla del monte, inmóvil y sin vida, con los ojos abiertos de par en par, como si hubiera visto el mismísimo rostro de la muerte. Desde entonces, la familia de Juan sufrió una cadena de desgracias: los animales murieron inexplicablemente, las cosechas se secaron y, poco a poco, los miembros de la familia fueron enfermando, cayendo en una tristeza inexplicable.
Nadie en el pueblo volvió a escuchar el grito del Waay Pop, pero la maldición que trajo con él nunca se fue.