Xólotl es una deidad de la mitología mexica, asociada principalmente con la muerte, el inframundo, el fuego y las transformaciones. Representaba tanto fuerzas destructivas como protectoras. Simboliza el ciclo de la vida y la muerte, el sacrificio y la transformación, representando los elementos necesarios para la continuidad del cosmos.
Xólotl aparece en varios mitos importantes de la mitología mexica, donde se destacan su relación con la muerte, el sacrificio y la transformación.
Xólotl desempeñó un papel crucial en el mito de la creación del Quinto Sol. Según este mito, tras la destrucción de los cuatro soles anteriores, los dioses decidieron crear un nuevo sol que iluminaría el mundo. Dos dioses fueron los voluntarios para este sacrificio: Nanahuatzin y Tecuciztécatl, creando así el sol y la luna.
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Pero ahora surgió la necesidad de que los demás dioses se sacrificaran para darle movimiento al Sol y así mantener el orden del cosmos. Y para ello, debían introducirse en el fuego divino. Xólotl fue uno de los encargados de sacrificar a los otros dioses. Sin embargo, cuando llegó el momento de que él mismo se sacrificara, se resistió.
No deseaba morir y enfrentar el mismo destino que los otros dioses. Así que, para evitar su sacrificio, trató de escapar transformándose en diferentes formas. Primero se transformó en una planta de maíz de dos cañas. Luego se transformó en un maguey de dos hojas. Y finalmente, se transformó en un ajolote. A pesar de todas sus transformaciones, Xólotl finalmente fue capturado y sacrificado, cumpliendo así con el destino inevitable de los dioses. Su sacrificio fue necesario para que el Sol pudiera moverse por el cielo y la vida en la Tierra pudiera continuar.
Otro mito importante en el que aparece Xólotl es el del descenso al Mictlán para recuperar los huesos sagrados, necesarios para la creación de la nueva humanidad. En esta historia, Quetzalcóatl, es el principal protagonista, pero Xólotl también juega un papel clave.
Cabe destacar, que Xólotl es hermano gemelo del dios Quetzalcóatl, con quien compartía aspectos importantes, pero mientras Quetzalcóatl se asocia con la vida, la luz y la creación, Xólotl está más vinculado a los aspectos oscuros de la existencia.
Quetzalcóatl descendió al Mictlán para pedir los huesos a Mictlantecuhtli y Xólotl lo acompaña y lo ayuda para asegurar el éxito de su misión. A través de astucia y una serie de pruebas, logran llevar los huesos a la superficie. Es entonces cuando Quetzalcóatl los muele y, mezclándolos con su propia sangre, da vida a los seres humanos del Quinto Sol.
Este dios también aparece en el mito del tránsito del sol por el inframundo. Durante la noche, el sol debía viajar a través del Mictlán para reaparecer cada mañana. Xólotl, como deidad asociada con la muerte y los aspectos oscuros, era quien guiaba al sol en este viaje nocturno por el inframundo. Su rol consistía en proteger el sol de las fuerzas oscuras y asegurarse de que completara su ciclo, lo que permitía el amanecer.
En la mitología mexica, se creía que, después de la muerte, las almas de los difuntos viajaban por un largo y peligroso camino hasta el Mictlán. Xólotl, en su aspecto de perro, era el guía de estas almas. El perro era fundamental para cruzar el río Apanohuacalhuia, uno de los obstáculos en el camino al Mictlán. Los mexicas a menudo enterraban a los difuntos junto a un perro, ya que se pensaba que este animal, como avatar de Xólotl, ayudaría a las almas a llegar al destino final.
En todos estos mitos, Xólotl representa tanto la resistencia ante la muerte como la inevitabilidad del sacrificio, y está estrechamente vinculado a las transformaciones y transiciones fundamentales en el ciclo de vida y muerte.
Xólotl es descrito frecuentemente como un dios monstruoso o de apariencia canina, a menudo relacionado con el perro, un animal considerado un guía de las almas hacia el Mictlán.
En muchas representaciones, se le ve con atributos físicos deformes, como pies hacia atrás o una forma híbrida entre humano y animal. Esta apariencia reflejaba su naturaleza dual: el que cuida y destruye, el que acompaña en el tránsito hacia la muerte.