Impulsado por su deseo de tener seres con quienes compartir su conocimiento y sus habilidades, Aulë, en secreto, decidió crear una raza propia:
los Enanos. Sin embargo, como solo Ilúvatar tenía el poder de crear vida auténtica, los Enanos que Aulë modeló carecían de verdadera voluntad.
Se movían y actuaban solo por la voluntad de Aulë, como si fueran marionetas.
Aulë sabía que estaba actuando fuera de los designios de Ilúvatar y, con el tiempo, comenzó a sentir remordimientos.
Justo cuando estaba a punto de destruir a los Enanos por su desobediencia, Ilúvatar lo detuvo.
Eru, con gran sabiduría y misericordia, le habló a Aulë y le explicó que,
aunque había actuado sin permiso, su deseo no era malvado. Aulë no había querido desafiar a Ilúvatar por orgullo o rebeldía,
sino por amor a la creación y el conocimiento.
Entonces, Ilúvatar hizo algo asombroso: le otorgó vida a los Enanos,
dándoles voluntad propia y convirtiéndolos en seres independientes de Aulë.
Así, los Enanos se convirtieron en una raza libre y soberana.